Además del seguro de fallecimiento, la denominación “seguro de vida” incluye la posibilidad de supervivencia; si bien no es posible comercializar un seguro que no incluya al menos una parte mínima de fallecimiento, por lo que se denominan con frecuencia “mixtos”.
Los seguros mixtos tradicionales suelen ser de prestación definida o de capitales garantizados. En este tipo de seguros, el tomador superviviente tiene perfectamente claro que va a cobrar a término por ejemplo un 6% de lo que ahorre.
Sin embargo, que una aseguradora garantice un 6% no significa que al jubilarte vayas a cobrar un interés compuesto de lo que hayas pagado, porque he comenzado diciendo que no es posible contratar un seguro puro de supervivencia. De modo que, de cada 100 Euros que pagas, se resta una parte de coberturas de riesgo (muerte, invalidez, etc) y otra de gastos de gestión interna. Así, con suerte, te queda una prima de 80 Euros, que es donde se capitaliza aquel 6%.
Diferente de este tipo de productos, en que el contrato garantiza una prestación definida, están los seguros sin prestación definida. En ellos, la aseguradora invierte la parte de ahorro y puede obtener un 6% o un 10% o producir pérdidas. Por eso también los llamamos seguros sin interés garantizado.
En este tipo de seguros, es frecuente que la aseguradora anuncie que está obteniendo -por ejemplo- un 5%. Es importante entender que ese 5% no es la rentabilidad esperada de toda la prima sino de la parte de ahorro (de la parte no consumida por las coberturas de riesgo y los gastos de gestión o comisiones en su caso).
Por otro lado un seguro de ahorro que garantice un 6% durante toda la vida de la póliza no necesariamente va a suministrar a término un mejor rendimiento que otro que garantice un 4,5%. Incluso con iguales primas pagadas e iguales coberturas, habrá que estar a qué parte de la prima total se destina a coberturas y a gastos de gestión.
No es raro que un seguro que está garantizando un interés técnico del 3% rente menos que otro que garantice u obtenga el 5,5% en toda la vida del contrato. El dato de interés por sí sólo no permite saber cuál de las dos pólizas produce en realidad mejor rendimiento.